-¿Escuchas?
-Sí.
-¿Qué escuchas?
-Un gorjeo
que brota de los labios de mi amada.
-¡Soñador! Es tu madre que murmura,
puesta de hinojos, funeral plegaria.
-¿Escuchas?
-Sí.
-¿Qué escuchas?
-¡El crujido
del vaporoso traje de mi amada!
-¡Soñador! No te engañes, es que cosen
un sudario de lienzo tus hermanas.
-¿Ves?
-¡Sí!
-¿Qué ves?
-El ardoroso brillo
que despiden los ojos de mi amada!
-¡Soñador! Es la aurora que despunta
en el mundo intangible de las almas.
-¿Sientes?
-¡Oh sí!
-¿Qué sientes?
-¡Ella! ¡Ella!
En este instante, ¡mírala...! ¡me abraza!
-¡Soñador! ¡No te engañes... no delires...
soy yo, soy yo... ¡contempla mi guadaña!
Dijo esto con sardónica ironía
la Muerte... Y alejóse de la estancia.
El poeta exhaló su último aliento,
y su espíritu huyó como una ráfaga.
Después, madre y hermanas, todas juntas,
alrededor de un féretro lloraban.
En la calle reían... y a lo lejos
doblaban por un muerto los campanas.
-Sí.
-¿Qué escuchas?
-Un gorjeo
que brota de los labios de mi amada.
-¡Soñador! Es tu madre que murmura,
puesta de hinojos, funeral plegaria.
-¿Escuchas?
-Sí.
-¿Qué escuchas?
-¡El crujido
del vaporoso traje de mi amada!
-¡Soñador! No te engañes, es que cosen
un sudario de lienzo tus hermanas.
-¿Ves?
-¡Sí!
-¿Qué ves?
-El ardoroso brillo
que despiden los ojos de mi amada!
-¡Soñador! Es la aurora que despunta
en el mundo intangible de las almas.
-¿Sientes?
-¡Oh sí!
-¿Qué sientes?
-¡Ella! ¡Ella!
En este instante, ¡mírala...! ¡me abraza!
-¡Soñador! ¡No te engañes... no delires...
soy yo, soy yo... ¡contempla mi guadaña!
Dijo esto con sardónica ironía
la Muerte... Y alejóse de la estancia.
El poeta exhaló su último aliento,
y su espíritu huyó como una ráfaga.
Después, madre y hermanas, todas juntas,
alrededor de un féretro lloraban.
En la calle reían... y a lo lejos
doblaban por un muerto los campanas.







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